
Por las mismas razones logísticas el almuerzo llegó tarde, a eso de las 16:00 hrs. Habíamos aliviado algo del cansancio con las sandías que trajeron algunas personas generosas en una camioneta, pero el almuerzo tardó en llegar. No dejé de preguntarme por este forzado y momentáneo ayuno, recordando las contundentes palabras del profeta Isaías, tan explícitas en este tiempo de cuaresma en el que la Iglesia nos invita a la penitencia y a la conversión personal (recomiendo la lectura completa del capítulo 58, copio acá solo los versículos 6 al 12): "El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos;compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano.Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas sanarán rápidamente; tu justicia te abrirá camino, detrás irá la gloria del Señor.Entonces llamarás al Señor, y te responderá; pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy. Si destierras de ti los cepos, y el señalar con el dedo, y la maledicencia;si das tu pan al hambriento y sacias el estómago del indigente, surgirá tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña,reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre los cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas." Al final de ese sábado, con un fuerte ceachei, se asomó la esperanza de la reconstrucción.
Vamos preparándonos para celebrar en Semana Santa los misterios de nuestra redención.